La Calma

Me imagino la calma como un estanque de aguas tranquilas, frescas en verano y templadas en invierno, dónde sólo hace falta flotar y dejarse llevar.

He pasado los últimos tres meses bastante removida. Me he sentido incómoda y he notado muchas resistencias a la hora de hacer mi trabajo. He dados vueltas y más vueltas a qué era, de dónde venía y qué me decía todo esto. Me he planteado, incluso, si a lo mejor era el momento de bajar la persiana. Pero me he dado cuenta de que tengo que trabajar a menudo por encima de mis posibilidades sólo para seguir siendo autónoma. No para mi beneficio, sino para pagar a terceros. Me he sentido un símbolo del dólar con patas y he estado haciendo sólo para generar dinero. Sin disfrutar del proceso y de lo que hago.

Obviamente debo, y quiero, trabajar. Obviamente debo, y quiero, pagar impuestos. Pero no debo, ni quiero, hacerlo en automático, como si fuera una fábrica de montaje en cadena. No soy ni quiero ser un robot. Obviamente no es por ahí.

Y he tenido paciencia conmigo misma. Me he dado tiempo (el que he podido). Y he ido viendo qué sí y qué no. Y cuáles son las resistencias y qué me están diciendo. Y he empezado a delegar (lo que he podido). Y me abro a cosas nuevas que ya veremos hasta dónde llevan a Sutura.

Y ya voy viendo el camino. Los árboles que hacen sombra, las lucecitas entremedio. El calor justo del sol. Y el estanque al fondo. Ya siento el frescor del agua cuando meto un pie. Y el otro. Y ya casi me siento flotar.

Que encuentres siempre tu camino hacia “La Calma”.